18.7.07

Entrando a Bolivia ( Villazón y Potosí)






















Entrar a Bolivia es toda una experiencia, más teniendo en cuenta el cambio abrupto que se ve cuando se pasa de La Quiaca a Villazón, ciudad boliviana de la frontera. La quietud, el caracter gris de La Quiaca, desaparecen apenas uno cruza a Villazón, donde se ve una movilización de gente mucho mayor, más comercio, más color si uno lo quiere decir así. Este lunes que pasó fuí a comprar el boleto a la terminal de Villazón para poder ir a Potosí cuanto antes. Temprano crucé la frontera sin ninguna complicación por parte de los policias y gendarmes, tanto argentinos como bolivianos. Lamentablemente no conseguí pasaje para irme a la mañana o mediodía del día lunes, así que me tuve que conformar con salir a las 18:30 hora de Bolivia (19:30 en Argentina) y esperar varias horas en la frontera. Ya al mediodía mi impaciencia me empezó a decir que tenía que cruzar la frontera de nuevo, pero para sellar el pasaporte con el sello de salida de Argentina y el de entrada de Bolivia. Había una larga cola en la ventanilla de migraciones en la parte argentina, teniendo en cuenta que era una de las horas de mayor movimiento ahí. En esa hora que tuve que esperar para hacer sellar el pasaporte sí o sí, conocí a una pareja de salteños, Vero y Javier, que iban hacia La Paz por un tema de estudios del amigo Javier. Mientras tratabamos de ser pacientes para poder cruzar, estuve charlando con ellos, intercambiando datos sobre nuestros viajes y comentando nuestras vidas. Los acompañé a la terminal para que puedan sacar los pasajes, y el colectivo de ellos salía a la misma hora que el mío, así que no teníamos más remedio que esperar las mismas horas, y para hacer nuestra corta estadía en Villazón, decidimos empezar a compartirla con un almuerzo en restaurant que se ubicaba frente a la terminal. Pasamos las 4 horas y media que teníamos por delante paseando por la zona comercial, cargada de electrodomésticos a muy bajo precio, zapatillas y ropa baratas, que nos tentaban a consumir dejándonos llevar por los precios bajos. Las cosas de necesidad inmediata las compramos, sin caer demasiado en la tentación consumista. Entre mates y café las horas pasaron y llegó el momento de partir, aunque a diferentes partes. A ellos les esperaban 17 horas de viaje hasta La Paz, y a mi 12 horas hasta Potosí. Después de despedirnos, mi colectivo salió puntual y llegó mas temprano de lo que esperaba a Potosí. El problema era que no se había hecho de día, y por lo tanto tuve que esperar dos horas y media en la terminal potosina hasta que saliera el sol. A eso de las 7 horas de Bolivia, salí con mis mochilas hacia el centro de la ciudad, sufriendo con las calles empinadas, el peso de las mochilas, y los 3900 metros de altura que tiene Potosí, mientras contemplaba el Cerro Rico, aquél cerro famoso que contenía tanta plata como para hacer un puente que cruzara de América a Europa por el Atlántico, según dice la leyenda. Si revisamos un poco la historia, Potosí fue durante el siglo XVII la segunda ciudad más poblada del mundo, después de Londres, y una de las más ricas del globo, teniendo en cuenta que fue el centro minero más importante del mundo durante la etapa colonial y que la plata que contenía el Cerro Rico en sus cerros permitío el avance irrefrenable del capitalismo que recién estaba dejando de ser incipiente, gracias a la conquista de América. Dejando de lado esta información, les cuento que llegar al hostel San Pedro Velmont, donde estaba Amélie, fue una tortura. Las calles en subida y el hecho de que no tengan señalización alguna fueron importantes problemas, sin tener en cuenta el frío de la mañana. Amélie es una francesa que tenía como contacto en el MSN y que la había conocido por Hospitality Club. En estos últimos días habíamos estado en contacto por que ella tambíen estaba viajando por la misma región que yo pero ella iba algo más adelantada que yo. Por lo tanto, habíamos quedado en encontrarnos en algún lugar de Bolivia para compartir tramos o estadías en alguna ciudad boliviana. Esta ciudad sería Potosí, que se encontraba y se encuentra en conflicto, debido a que los mineros de las cooperativas que trabajan en el Cerro Rico para extraer metales como el Zinc se oponían contundentemente a las intenciones del Gobierno de Evo Morales de nacionalizar las minas de Bolivia. Por eso, tuve mucha suerte en llegar a Potosí temprano porque mas tarde los mineros estarían cortando los caminos que llegan a la ciudad.














Después de llegar al hostel donde estaba Amélie, salí urgente a buscar un café para poder despabilarme y tomar algo caliente, mientras esperaba que se hicieran las 10 para regresar al hostel, ya que Amélie estaba durmiendo cuando yo había ido por primera vez. Después de haberme tomado un buen desayuno americano a buen precio, volvía al hostel mientras veía los indicios del clima tenso que se vivía en Potosí cerca de la plaza central, por la misma razón que comenté antes. Después de encontrarme con Amélie y dejar las cosas en el hostel, salí con ella y dos flacos de España e Inglaterra a...tomar el desayuno. Para no quedar desajustado, pedí solamente un café. Una vez terminado el segundo desayuno para mí, salí con Amélie a recorrer la ciudad y a conversar bastante, ya que ella hablaba muy bien español, porque estuvo en Buenos Aires haciendo una pasantía por 3 meses, y realmente la francesa se había argentinizado bastante. Estuvimos en una Iglesia colonial viendo sus catacumbas, sus obras de arte religioso, y el altar de oro con el Jesucristo cruxificado más viejo de Bolivia. La guía nos decía que ese Cristo tenía pelo verdadero, que le crecía el mismo, así como su barba. Durante un tiempo ese Cristo había transpirado y de yapa había sangrado. Amélie se había quedado impresionado con sus ojos, y no para bien, ya que estaban tallados y pintados de una manera tal que parecían los ojos salidos de un gato después de haber sido pisado por un colectivo cargado de piqueteros. Nuestra intención al entrar a la Iglesia no había sido contemplar y discernir sobre la iconografía católica, sino sacar fotos desde el techo de la Iglesia, donde se podía tener una vista maravillosa de la ciudad de Potosí y de sus construcciones que datan de la época de la colonia. Después de la visita, nos fuimos a almorzar al mercado central, donde comimos bien y a buen precio una exquisita comida boliviana. Pasado el mediodía y luego de habernos ido cada uno por su lado a hacer lo que teníamos que hacer, nos encontramos a las 15 para visitar la Casa de la Moneda, un lugar que data de la Colonia, y desde donde se hicieron las monedas para el Imperio Español durante todo el tiempo de la colonia y después se hacían las monedas para la República Boliviana. Incluso en ese mismo lugar se hizo la primera moneda oficial de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en 1813, y que podemos ver una representación de ella en el centro dorado de la moneda de un peso de Argentina. También en ese lugar se hacían los lingotes de plata que después iban a ser aplastados en máquinas gigantescas de madera para fabricar laminas, y de ese modo hacer más dócil el metal argento. El recorrido por la Casa fue largo, y ya a lo último me aburrían las máquinas eléctricas que hacían monedas para Bolivia. Lo mejor del recorrido fueron los cuadros históricos y religiosos presuntamente pintados por los mismos esclavos en su tiempo libre. Quién diría que los esclavos en aquellos iban a tener ganas de pintar cuadros complejos después de una jornada de trabajo extenuante y violenta. También me gustó mucho la parte arqueológica del complejo, donde se veían en un muy buen estado de conservación momias indígenas y bebés muertos, hijos de españoles de hace 4 siglos, también en buen estado. Pero acabado el morbo, las máquinas ya empezaban a ser tediosas, pero el tour terminó y con Amélie fuimos a tomar un café, mientras discutíamos si se iba a solucionar el conflicto y se iban a levantar los bloqueos, por que ella quería irse a Sucre para después tomarse un avión para llegar al norte de Bolivia y visitar la salvaje selva que reina en esa región. Quedamos en juntarnos a cenar copiosamente, pero sin lugar a confirmar. Una vez salidos del hostel, nos pusimos a buscar restaurante, y llevados por la desesperación por no sufrir más el frío inclemente de la noche potosina, comimos en el mismo lugar donde tomamos los cafés a la mañana y a la tarde. Saboreamos la exquisita carne de llama mientras tomabámos la famosa cerveza potosina, que no nos gustó a los dos. Volvimos al hostel más o menos temprano. Ella tenía que levantarse muy temprano al otro día para probar suerte en cruzar el bloqueo con otras francesas que estaban hospedadas en el mismo hostel que yo, y yo tenía que ir a una excursión al Cerro Rico a las 9:00 hs, a conocer las minas de metales. Amélie y yo tenemos intención de encontrarnos de nuevo en La Paz, para luego seguir viaje hasta el Lago Titicaca, y ella de ahí se vuelve a Buenos Aires, para luego regresar a Francia en agosto.







Sí algo me impactó mucho no fue la cantidad de turistas extranjeros en general, en realidad eso no debería sorprender, sino la cantidad impresionante de franceses que recorren Potosí. Siguiendo la lógica, las demás personas que compartían conmigo el tour a las minas, eran franceses en su totalidad. Por lo tanto, la guía que explicaba cada cosa interesante, hablaba francés la mayor parte del tiempo y me explicaba luego a mí en español, pero yo ya había entendido casi todo, y no es de pretencioso, agarraba palabras clave y entendía la idea general, solamente me interesaba en los detalles más minuciosos de la explicación. Nos tuvimos que vestir todos como mineros, con el traje, el casco protector y su linterna para alumbrar los túneles oscuros de la mina. Me hice sacar una foto vestido de minero, no sé si la voy a mostrar porque salí como cualquier cosa menos como un minero esforzado de Potosí. Dá algo de culpa ver a pibes de 15 a 20 años trabajando 12 horas por día dentro de la mina, continuamente sacando escombros y volviendo a entrar de nuevo a la mina, y uno que se queja de qué a veces el trabajo propio no nos convence. Es sin duda una culpa burguesa, en este momento mi existencia se está orientando a la frivolidad y a la comodidad y cuando veo la realidad social de los pueblos del norte argentino y de los que estoy viendo aquí en Bolivia, tengo la sensación de qué a veces muchas cosas que tengo no las valoro como tales.

Las minas de Potosí se han llevado, se llevan y se llevarán la vida de mucha gente que trabajan en ellas. Durante el período colonial, los españoles usaron a los indígenas como mano de obra esclava o semi-esclava para extraer los gigantescos yacimientos de plata que existían en esa parte de la historia. Millones murieron a lo largo de ese período de la historia, se estiman que son 8.000.000, sin contar el atropello a sus creencias y costumbres por parte del clero católico y los abusos a los que eran sometidas sus mujeres por parte de los conquistadores. Como ya dije anteriormente, el avance del capitalismo del siglo XVI se debió en su mayoría a la plata que salía de Potosí. En el siglo XVII la producción argentífera cayó abruptamente y Potosí pasó a vivir de glorias pasadas, si es que así se pueden llamar. La historia de Potosí se podría resumir en una frase que muy pocos podrán discutirla: "Potosí es la ciudad que más ha dado al mundo y es la que menos tiene".

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