15.7.07

Amaicha del Valle, Ruinas de Quilmes y charla con borrachos de pueblo











Lamentablemente no estoy en el mejor momento animico que necesita uno para escribir, pero bueno, el futbol es futbol y siempre de alguna manera nos va a influir en nuestras vidas pero la vida sigue adelante, asi como viaje. Lo que preocupa es que la Selección Argentina se está convirtiendo en la nueva gallina de Sudamérica. Tres finales consecutivas perdidas con Brasil creo que lo dicen todo.

Bueno, siguiendo con lo mio, el jueves a la mañana salí de Tafí con ganas de intentar hacer dedo a la salida del mencionado pueblo. No habían pasado 4 minutos que ya me habían dado la oportunidad de viajar hasta Amaicha dos tucumanos de Monteros, que trabajaban para una empresa de electrodomésticos. Después de casi una hora de viaje, bajé en Amaicha, con el sol a pleno del mediodia. Después de hospedarme en un hostal barato pero bueno, recorrí el pueblo y sus alrededores, hasta que a la hora de la siesta el sol empezó a sacar toda su bravura y mi instinto me dijo que debía esconderme en mi cueva como las víboras, para no sufrir el calor terrible de esas horas en las que no anda nadie. Despues de la siesta obligada, seguí recorriendo la zona adelaña al pueblo, donde me encontré con el silencio, dueño y señor de las sierras cercanas. Pero Febo se oculta pronto tras las montañas y no estaba como para cruzar un par de kilometros a oscuras por los senderos, ya que Amaicha es un lugar con muy poca iluminación callejera. Después de eso, el día había terminado, ya que pretendía levantarme temprano al otro día para ir a las ruinas de Quilmes.

Una vez llegado al acceso a las ruinas, a pleno sol de mediodia, caminé los cinco kilometros que demandan llegar al parque. Medio deshidratado llegué a las ruinas, pero una vez saciada mi sed, como un niño, me dejé llevar por el cerro que custodia las espaldas de la antigua fortaleza y escalé casi hasta su cima, pasando por los diversos puestos que los Quilmes usaban para divisar si llegaban invasores. La vista desde esos puestos es tal que ellos podían ver un ejército enemigo a 25 kms de distancia de la fortaleza. Además, la fortaleza se mimetiza de tal manera que los ejércitos invasores no veían que ese lugar estaba habitado, y seguramente los Quilmes usaban esto para ataques sorpresas. A finales del siglo XV los incas conquistaron esa fortaleza, obligando a los Quilmes a pagar tributos y a venerar a sus dioses, pero también trajeron avances propios de la cultura inca, como el cultivo en terrazas y la metalurgia. Una vez desmantelado desde su centro el Tahuantinsuyo (Imperio Inca) por los españoles, estos últimos lucharon encarnizadamente con los Quilmes durante bastante tiempo, prácticamente todo el siglo XVI. Los Quilmes, indómitos, no aceptaron ni la cruz ni la espada del cruzado español. Una vez sometidos los nativos, estos fueron llevados caminando hasta Buenos Aires. De 4000 que eran al principio, llegaron 200, que fueron ubicados en un asentamiento al sur de Buenos Aires, donde hoy está Quilmes.
Bueno, terminado el circuito por la fortaleza y pasadas las terribles horas de la siesta, salí caminando hacia la ruta, para regresar a Amaicha. No había caminado demasiado cuando un flaco me ofrece llevarme hasta el acceso pero al final me terminaba dejando en Amaicha. El flaco, que se llamaba Miguel, trabajaba en Armenia, en el aeropuerto de Yerevan. Me contó de su vida en Armenia, y me dio buena data para la joda en Cusco, algo que siempre viene bien. Llegué muerto al hostal amaichense, con ganas de dormir una siesta para pasar la noche bien. Cuando llegó la hora de la cena, fuí al mismo lugar donde había cenado la noche anterior. Resulta que me encontré con los 4 borrachos de Amaicha, aunque no eran amaichenses de nacimiento, sino por adopción. Los cuatro se habían enamorado de Amaicha, no paraban de alabar la singularidad de su clima (360 dias de sol al año), y anécdotas varias de gente que se había quedado en el lugar. Les pregunté sobre como se llevaban con la gente original del lugar, y decian que bien pero hasta ahí nomás, ya que los nativos del lugar se sienten invadidos por los foráneos y estos últimos dicen que los nativos no quieren el progreso, sino todo lo contrario. Pero se nota en los "invitados" qué el progreso debe tener limites, ya que ven con cierta preocupación el crecimiento lento pero imparable del turismo en Amaicha. En un ejercicio de dialéctica hegeliana-marxista (jeje) la tranquilidad de Amaicha tiene dentro de sí el germen de su propia destrucción, si se multiplican los enamorados de Amaicha.
Bueno, esa charla con los borrachos me dejó una impresión mas local del lugar, al tomar contacto con gente que vive ahí desde hace tiempo y sigue hablando maravillas de su lugar día tras día. La dinámica propia del crecimiento turístico en la zona dirá hasta cuando Amaicha será un lugar especial y no otro destino más de viejos platudos.

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