21.8.07

Check the meaning (Richard Ashcroft)

Cuando estoy bajo de ánimo, y soy débil, y me siento perdido,
no sé en quién puedo confiar.
Paranoia, el destructor empieza a llamar a mi puerta.
Tú sabes que el dolor se convierte en días, se vuelve noches,
pero finalmente amaina.
Y cuando esto sucede,
me levanto, respiro y me pregunto qué voy a encontrar.
¿Puedes escuchar lo que digo?
Tengo mi mente ocupada en el amor.
¿Sientes lo que digo?
Ahora estoy pensando en el amor.

Demasiada sangre,
demasiado dolor,
apaga el equipo,
tiene que haber algo más.
Cuando Mahoma, Alá, Buda, Jesucristo están tocando a mi puerta.
Soy un agnóstico llegando a Dios,
pero, amigo, él toma forma de mujer.
No hay tiempo, no hay espacio ni ley.
Estamos solos aquí abajo.
Supongo que es la vida,
haciendo su camino.
Haciéndote llorar,
haciéndote pensar.
Sí, la vida. dando cartas.
Haciéndote llorar porque tú no entiendes nada,
haciéndose pensar en el dolor,
haciéndote llorar y cantar, sí, la vida.

8.8.07

Cusco y Machu Picchu: historia de una batalla mas contra la Corporacion Gringa ( Parte 1)

Cusco era la meta que tenía en mi mente cuando creí que mi estadía en Bolivia ya había terminado. De Copacabana, ese viernes a la manana, salí hacia la frontera con Perú, muy cerca de la ciudad boliviana. Con las migraciones de ambos paises no tuve ningún problema, pasé rapido y sin mayores inconvenientes. A Yunguyo, primera ciudad del lado peruano, llegué caminando, ya que estaba a cinco kilometros de la frontera. De ese lugar me tomé un colectivo que salía para Puno, ciudad importante pegada al Lago Titicaca, cerca de las islas flotantes de los Uros. Como no estaba en mis planes una posible visita a esa tribu antigua que sobrevivió gracias a la peculiaridad de sus casas, que son islas flotantes hechas con juncos que crecen en el lago, mi estadía en Puno era solamente de unos minutos, y más que nada en la terminal, para esperar que salga mi bus para Cusco, la mismisima Meca del mochilero latinoamericano. Me esperaba un viaje de unas 7 o 8 horas, ambientadas con la terrible musica peruana, y cuando digo terrible es literal, no es una expresion figurada. Hay ciertas canciones que parecen salidas de algun disco grabado en China durante la Revolución Cultural, pero son bien peruanas, en particular de la región cusquena. Obviamente, de visitante, ese comentario se calla frente a la gente local pero se comenta con una marcada indignación frente a otros extranjeros. Nadie hasta el momento me ha contradicho.





Dejando de lado mi interpretación sobre la calidad de la musica peruana tradicional, mi viaje a través del sur de Perú aconteció sin demasiados problemas. Pero la ansiedad por llegar a Cusco hacia que los minutos pasasen mas lentamente a medida que la película china que estaban pasando en el bus se estaba haciendo cada vez mas insoportable. Para colmo, despues de esa película pasaron una obra maestra del cine universal...una pelicula de un chancho que hablaba con seres humanos. Todo un reto para el intelecto. Cerca de las 8:30 horas de Perú, el cosquilleo apareció cuando me dijeron que estabamos llegando al ombligo del mundo, al mismisimo Cusco. Mi única información que tenía sobre estadia en esa mitica ciudad era muy confusa. El hostel que me habian recomendado, no se cuando, donde y quienes, estaba en algún lado de la calle Procuradores, una peatonal muy cercana a la Plaza de Armas. Mientras buscaba con la mirada algun hostel con el nombre del hostel, ya que no me lo acordaba, me di cuenta que el mochilero en esa ciudad es un billete ambulante, y mucho mas valioso si tiene el color verde del dólar gringo, tan buscado por los operadores turísticos de la ciudad y por los comerciantes. Un ejército de empleados de restaurantes de esa calle me mostraban sus menúes y me contaban de sus virtudes culinarias en ingleés. Para ratificar mi condición de no gringo, simplemente decia no gracias. Habré estado 5 minutos vagando por esa calle buscando ese hostel, hasta que pegado a una tienda de ropa vi un cartel, un simple cartel que decía hospedaje. Sin dudarlo, me metí por un pasillo, pregunté por donde estaba ese hospedaje en un patio interno, compartido por la gente de la tienda, un restaurante de comida mexicana, y no sé que otra cosa mas. Hablé con la gente del hostel, me convencieron con sus 12 soles de tarifa y ahí nomás deje mis mochilas y salí de nuevo a la calle para deleitarme con la ciudad en sus horas nocturnas. Sentimientos encontrados experimenté durante varios paseos por la ciudad. La belleza de la ciudad a veces parece opacada por el excesivo merchandising turístico que es la norma del lugar, y mucho más en las calles aledanas a la Plaza de Armas. Como ya dije anteriormente, una simple apariencia de gringo adinerado hace que un ejército de mercaderes este acechándote a cada momento, ofreciendote drogas, masajes, menúes de restaurantes, todo lo que puedas imaginar.





Algo me decía que mi primera noche cusquena no iba a ser tranquila. Miles de comentarios sobre la alocada vida nocturna que se disfruta en esa ciudad generaban en mí ansias de entrar a un bar o disco y pasar toda la noche ahí. Después de comer, mi única preocupación de la noche pasaba a ser donde se ubicaría el lugar donde iba de joda, y ni me importaba estar solo y recién llegado. Lo que voy a comentar a continuación va a ser bastante vergonzoso para mí, pero muy sorprendente a la vez por qué lo hice en otro país. El bar donde acontece todo esto se llama Excess, y ese nombre me tendría que haber dado un augurio de lo que iba a ser esa primera noche en Cusco. No hice más que entrar a ese bar y me encontré con un tucumano con el cual había intercambiado unas palabras en una hamburguesería. Todo empezó muy temprano, la gente recién empezaba a llegar, seguramente era medianoche cuando arranqué a tomar unas cervezas con el tucumano. Nuestra única duda era si íbamos a tomar alguna jarrita de ron con cola o cuba libre. Una vez que arrancamos con ese fatídico trago, creo que se encendió un motor dentro mío y, como motor, cada vez me pedía mas nafta. No sé cuanto habré tomado esa noche, con cuantas gringas caretas habré hablado o chamuyado, ni de donde saqué la cara para bailar. Esa noche fue terrible, pero mucho más terrible fue cuando una fucking inglesa o anglosajona me convidó un trago muy dulce, y eso me dió vuelta como un panqueque. No me acuerdo en qué momento salí del bar, ni como hice para ir a mi hostel y llegar con vida / menos mal que estaba a una cuadra). Lo único que sé de las cosas que me sucedieron cuando estaba inconciente por el pedo que tenía, y por qué me contaron, es que me había caído en la puerta de entrada del hostel, y decir que estaba el encargado, Roberto, si no esa noche dormía afuera o destrozaba la puerta a patadas. Pero de lo que sí me acuerdo, una vez arriba, es qué no podía abrir la puerta de mi habitación con la llave. Pero lo peor pasó en el baño. No voy a dar muchos detalles de lo que pasó ahí, ya deben suponer qué estaba haciendo teniendo en cuenta mi morbosa borrachera. Entre los vapores del alcohol subidos a mi cabeza y la sensación de que me estaba muriendo de a poco, me di cuenta de qué en el inodoro no había agua. En un intricado ejercicio de reflexión lógica severamente influido por el alcohol, deducí qué el problema estaba en el inodoro. Levanté la tapa de la mochila del inodoro, pero mis manos estaban resbalosas y la tapa cayó adentro de la mochila, destrozando todo el mecanismo que permitía funcionar al trono blanco. Siendo un completo inútil con la plomería, y ni hablar estando borracho, decidí dejar el inodoro así como estaba. Desperté al mediodía, con la resaca más terrible de mi vida. Cuando la gente del hostel me contó el desastre que había hecho en el inodoro pensé: Acá me echan. Pero por suerte, esta gente solo me pidió que pagase el arreglo del inodoro, que eran unos 30 soles, y eso me pareció lo más justo. Reconocí el incidente, pedí disculpas y todo arreglado. El dolor en todo el cuerpo opacó el hermoso día, pero de a poco se fue yendo después de tomar algunos comprimidos y otras cosas para aplacar la resaca. A pesar de todos los intentos, los efectos de esa noche fatídica iban a durar varios días, con una sensibilidad inédita con el alcohol, algo así como una intolerancia. Creo que va a haber un antes y un después a partir de ese día respecto a mi relación con el alcohol y la joda. Bah, con la joda no tanto, espero que no.



Ese sabado a la noche no quise salir, ya me sentía mucho mejor respecto a la mañana pero no estaba para salir de nuevo, por qué sabía que si tomababa una gota de alcohol iba a caer de nuevo, pero de una patada al hígado y no de una borrachera. Por el contrario, ese día lo gasté caminando por la ciudad, recorriendo varios recovecos para distraer el malestar que tenía encima. Por lo tanto, aproveché la noche durmiendo plácidamente en el hostel.



El domingo ya me sentía mejor, pero igual no estaba mucho mejor del estomago como para andar comiendo por ahí cualquier cosa. Pero como buen terco, fui al mercado a almorzar por tan sólo dos soles (dos pesos argentinos). El menú consiste en una buena sopa y un segundo plato que casi siempre es pescado frito con arroz. Nada mal teniendo en cuenta el bajo precio. Después de haber almorzado, otra vez recorrí la ciudad, que gozaba de un día soleado. Ese día transcurrió sin demasiadas complicaciones ni sorpresas. Pero esa noche empecé a conocer a algunos que estaban en el mismo hostel que yo. Eran tres mexicanos de Guadalajara y un belga-marroquí. Beto, Sergio y Toño se llamaban los aztecas, y el marroquí se llamaba Mounir. En una charla plagada de risas, sobre todo por las frases, dichos e insultos que utilizamos tanto argentinos como mexicanos, la noche fue pasando, y la conversación se puso más seria cuando nos pusimos a hablar de política y de cultura general. Ya había hecho demasiado tarde cuando Mounir y yo fuimos a probar suerte a un bar céntrico. Una noche de domingo no prometía mucho, pero igual había bastante gente. Pero dos cervezas me hicieron sentir mal de nuevo y la noche terminó más temprano de lo que esperaba. Sin dudarlo, volví al hostel, resignado pero con ganas de prevenir mayores malestares.



En mis planes el lunes aparecía como el día indicado para recorrer Cusco más seriamente, por lo tanto, compré el famoso boleto turístico a 35 soles, haciendo uso por primera vez de mi credencial de estudiante ISIC. Gracias a ella, el recorrido me salió un 50% menos respecto al valor original del boleto turístico. Una vez con el boleto en la mano, salí a la "caza" de varios museos de la ciudad. Gasté la mañana y la tarde visitando esos museos, que son varios por cierto. Había mucha diferencia entre todos ellos, algunos eran de arte colonial, con obras en su mayor parte de contenido religioso, y otros eran de orientación arqueológica. materia en la cual estoy más interesado, pero igual el arte es de mi interés. Pero para hartazgo mío, a pesar de que soy una persona curiosa con las religiones, los museos de arte religioso superaron a los de contenido más antropológico y arqueológico.