28.7.07

Isla del Sol: de norte a sur con dos yanquis














































Después de haber disfrutado de La Paz, ciudad caótica y alterada, vaya paradoja, salí para Copacabana, que no está en Brasil, sino una localidad bastante turística pegada al lago Titicaca, del lado boliviano. La ciudad sería una especie de terreno de paso para aquellos que van a Perú o a la Isla del Sol. Con la idea de visitar esta última, el miércoles a la mañana me subí al barco que me llevaba hacia esa isla. En esas dos horas de viaje iba conociendo a dos chicas estadounidenses, Lorene y Bridget, ambas de 21 años, que habían estudiado en Buenos Aires por 6 meses y disfrutaban de sus vacaciones viajando por Perú y Bolivia. Ellas venían de Puno, Perú, con rumbo a la Argentina. Mientras, contemplaba el exquisito paisaje que caracteriza a ese mar de agua dulce que baña tanto a Bolivia como a Perú. Bolivia tiene derecho a seguir con su reclamo histórico por una salida al Pacífico, arrastrando un litigio con Chile de más de 100 años. Pero la belleza de ese inmenso lago compensa en parte su falta de costas bañadas por agua salada. Bajados del barco, en la parte norte de la isla, intentabamos ponernos de acuerdo respecto a donde queríamos ir primero. Después de estar desorientados un rato, salimos con rumbo al norte, previo paso por el museo principal para comprar el ticket turístico que permite visitar las ruinas de la parte boreal de la isla. La caminata al norte fue muy hermosa, pasamos por playas de una arena muy fina y por montañas luego, y nos maravillamos con el fuerte azul del lago. Hay partes en el horizonte del lago donde no se ve ningún rastro de montaña, y genera la sensación de que realmente estabamos en una isla en el medio del mar. Me quedé con esa impresión, tratando de imaginarme que estaba en el medio de la nada, rodeado de mar y varado en un pedazo de tierra. Mientras caminaba con las amigas, hablando de nuestras vidas, y cantando algunas canciones de la hinchada de Boca, iba pegando onda con ellas, por decirlo de algún modo. Una vez llegados a las ruinas incas del lugar, nos quedamos descansando, y de paso recorrimos el laberinto inca, que estaba muy bien construido y de ese lugar se tenía una visión espectacular de todo que nos rodeaba. Al rato, salimos de nuevo para el pueblito que está en la parte norte, donde desembarcó la lancha. Hicimos una escala ahí, para almorzar tranquilos, descansar un par de minutos y seguir viaje hacia el sur. En ese lugar me dí cuenta que los precios en esa isla están el doble de lo que están en el resto de Bolivia, incluso en Copacabana, donde algunas cosas eran algo más caras. Y llevando pocos Bolivianos, dudé mucho acerca de quedarme ahí por varios días más, por que sinceramente el lugar me había encantando bastante.


Terminado nuestro almuerzo improvisado en las orillas del lago, cargué mi mochila y seguí con Bridget y Lorene por la senda que nos conduciría hacia la región austral de la Isla del Sol. En el trayecto me dí cuenta de por qué se llamaba así. Los 4000 metros de altura, la larga caminata a las horas de la siesta, y ni una nube en el firmamento, hicieron que mi cara y mis brazos quedaran tostados por la acción y gracia del Sol Invictus. Pero eso fue un detalle sin importancia, mas allá de la cuestión estética a la que yo estoy muy poco apegado, dada mi desprolijidad y desfachatez con las que ando recorriendo estos lugares del continente. Hablamos aún más acerca de todo lo nuestro, de nuestras vidas, estudios, experiencias y dilemas existenciales, y seguíamos caminando bajo el inclemente sol, pero disfrutando del ambiente cargado de naturaleza pura y de las vistas impactantes que teníamos a una altura considerable, teniendo en cuenta qué estabamos caminando por las montañas, obviamente por un camino ya hecho. Lo más impactante del lugar, además de toda su belleza que es descomunal, es la inexistencia de autos y de otro medio automotor. Solamente había caminos para la gente y para los animales, que son muchos. Cruzando pueblitos cercanos al lago, a veces nos sucedía que terminabamos en un chiquero por haber seguido un camino que parecía seguir hacia el otro extremo. A esas horas habíamos visto muy poca gente, pero llegamos a un caserío con una iglesia típica del lugar, y vimos a una cantidad importante de personas concentradas y sentadas cerca del templo cristiano. Dispuestos a descansar un momento para averiguar por nuestros ojos que estaba pasando ahí, al momento nos dimos cuenta que se trataba de una boda típica del lugar, que me sorprendió mucho dado el día miércoles y la hora de la ceremonia festiva. Los hombres y las mujeres estaban en diferentes lugares, muy separados los unos de los otros. Los hombres le daban duro y parejo a la cerveza, mientras las mujeres, sentadas todas, estaban conversando. Los únicos que bailaban eran los novios, pero a veces se agregaba alguno más, pero bailaban un rato nada más al compás de una orquesta improvisada con algunas trompetas y mucho bombo que repetían incesantemente la misma sintonía. Al ver que nada interesante iba a pasar en el corto plazo, seguimos camino, sabiendo que ya estabamos más cerca de nuestro destino final. Pero quedaba bastante trecho y muy complicado, con muchas subidas y bajadas, con llamas y burros que nos cruzaban constantemente, y el sol, duro con nosotros durante la tarde, ya estaba amenazando con irse para el otro lado del mundo. Apurando un poco el paso, llegamos exhaustos a la ciudad del lado sur, cerca de donde salían las lanchas para Copacabana. Buscamos un hostel que nos convenciera con el precio, y por fortuna encontramos uno a 50 bolivianos por los tres, en una misma habitación. Dejamos las cosas en el hostel, cacompañados de una charla tirados en nuestras camas, hablando un poco de literatura argentina y recomendandoles algunos autores buenos como Fontanarrosa y Dolina, con algunas recomendaciones de Borges y otros de la misma talla. No conformes con la larga caminata que hicimos a lo largo de la isla, que estuvo más que buena pero bastante agotadora, recorrimos un poco el pueblito, notando que había una infraestructura turística bastante desarrollada, con varios restaurantes dotados de un ambiente bastante agradable, con chimeneas y una oscuridad que tan solo era ultrajada por la tenue pero apasionada luz de las velas. Empezaba a acechar el hambre a tempranas horas, por lo menos para mí, acostumbrado a comer una vez avanzada la noche, pero la insistencia de las amigas norteamericanas y la necesidad de levantarnos temprano al otro día me convencieron de que era bueno saborear por tercera vez una trucha del lago Titicaca. Luego de averiguar precios en varios restaurantes, nos quedamos en uno que nos cobraba 20 bolivianos a cada uno por un menú compuesto por sopa, segundo plato y postre, muy ricos los tres. A la luz de la vela, en un ménage à trois culinario, cenábamos y platicábamos sobre las experiencias en cuanto a la comida de los lugares donde habíamos estado y de las bondades de la comida argentina. Lorene contaba que era vegetariana antes de llegar a Argentina pero bueno, el asado es el asado y hay muy pocos mortales que se resisten a tan delicioso manjar carnívoro que empiezo a extrañar más día tras día, mucho más que el mate y el dulce de leche. Pero la conversación luego se tornó cada vez más política e histórica, cuando yo les empezé a hablarles de la realidad argentina y de sus supuestas causas históricas. La cena finalizó con los vapores del vino tinto boliviano por nuestras cabezas, y en plena caminata hacia el hostel, que estaba cerca del restaurante, mé quedé estupefacto con el paisaje nocturno del Titicaca y de su cielo estrellado, sin compañia de luz artificial en la via pública, gozando de la buena onda de las amigas que ya me empezaban a llamar capitán, dado que yo había "liderado" la caminata por la isla.
Cuando nos levantamos al otro día, para que las yanquis se puedan tomar la lancha a Copacabana, y yo para buscar un nuevo lugar para quedarme por varios días. Después de compartir los últimos momentos con ellas cerca de los muelles, charlando y especulando sobre lo que ibamos a hacer en el fúturo próximo con nuestros viajes, nos despedimos como si nos conocieramos de hace bastante tiempo, ya qué la companía había sido muy fuerte y la magia del lugar agrandó más la unidad. Con gestos militares, parodiando mi condición de capitán, tal como ellas me habían bautizado, me despedí de ellas mientras se subían a la lancha. En ese mismo momento, tuve la certeza de que mi supuesta estadía en la isla no iba a ser la misma y que sus precios duplicados no iban a ayudar demasiado a que me quedara más tiempo ahí, y el extrañar a dos compañeras de viaje excepcionales iba a ser demoledor. Por esos motivos, decidí volver a Copacabana esa misma tarde, sintiendo de a poco el llamado del ombligo del mundo, el Qosqop, o Cuzco para el resto del mundo. Mi travesía en Bolivia había terminado, más temprano de lo que yo tenía planeado. Llegó el momento de cruzar otra frontera, y entrar a un nuevo mundo de experiencias y de vivencias que eran prometidas per se.

24.7.07

Escapando de Potosí, fútbol en La Paz y Tiwanaku







A veces la diosa Fortuna puede jugarnos una pasada en contra y hacernos enloquecer por un rato. En mi caso, su juego ciclotímico me hizo pasar más tiempo de lo pensado en Potosí. Después de haber hecho gran parte de las cosas que uno puede hacer en esa ciudad, tenía la intención de ir para Uyuni, para visitar el famoso salar. Pero la realidad política de Bolivia bloqueó esa posibilidad de salir. Los fracasos en las negociaciones del gobierno con los mineros hicieron que todas las salidas de Potosí estuviesen bloqueadas, e ir a Uyuni era imposible. Por lo tanto, quedé en Potosí agravando mi condición de ocioso. Las noticias de la noche derrumbaban cualquier esperanza de que los bloqueos se levantasen, agravando aún más la tensión entre la gente que quería viajar y los mineros bloqueadores. Encima, la gente de Potosí me comentaba que los mineros eran muy peligrosos, ya que no dudarían en arrojar dinamita si había un enfrentamiento con la policía, ejército o ciudadanos comunes. Esa noche del jueves dormí con la bronca de no poder ir a Uyuni por lo menos en un corto plazo. Me levanté temprano el viernes para ir a la terminal y ver si había algun atisbo de luz en el horizonte, quiero decir, si se habían levantado los bloqueos. Con desazón noté que no podía ir a Uyuni, pero había una posibilidad de ir a Oruro en un colectivo que salía en una parada improvisada, pasando el bloqueo de los mineros. En un minuto tomé la desición de tomar ese colectivo, para luego poder ir a La Paz. Tuve que tomar un taxi que me llevara hasta el bloqueo, bajarme ahí y caminar 5 kms por una ruta plagada de autos, colectivos y camiones detenidos por bastante tiempo. Pude ver la desesperación de la gente boliviana e incluso de turistascaminando entre colectivos y camiones que ocupaban todo el camino. Hasta ví un hombre llevando un ataúd con un fiambre adentro en una carretilla, saliendo de Potosí. Las caras estupefactas dominaron la escena dantesca. Llegado al colectivo, tuve que esperar una hora y media para que saliera hacia Oruro.

Mientras trataba de entender la trama de King Kong, película que estaban pasando en el colectivo, no veía la hora de llegar a Oruro, donde tenía pensado quedarme una sola noche, y el sabado a la mañana ir a La Paz. Cuando ví lo que era Oruro, tomé la radical desición de llegar esa misma noche a La Paz. Sin dudas Oruro debe ser la peor ciudad de Bolivia. Seca, sucia y sin ningún atractivo que valga la pena. No habré estado una hora ahí que ya estaba saliendo para La Paz. No me importaba llegar de noche, tan solo creí que La Paz sería un lugar mejor para llegar y andar de noche que Oruro. Caído a La Paz a eso de las 22 horas, me tomé un taxi para poder llegar al Hostel Austria, que lo tenía de una guía turística que me había regalado Amélie. La Fortuna continuó con sus histeriqueos cuando el encargado del hostel me dijo que no había más lugar y que tenía que caminar dos cuadras en subida hasta otro hostel para ver si había una mísera cama. En ese tampoco había, pero este otro encargado me comentó que a la vuelta estaba el famoso Hostel El Carretero y que había una cama disponible. Una vez instalado en el carretero, salí a comer por el centro, que estaba a 4 cuadras del hostel, y volví para descansar. No hice nada interesante ese sabado en La Paz, más que recorrer la agotadora ciudad, caótica por donde se la mire y demoledora por sus 3800 metros de altura. A la tarde me puse a conocer un poco más al heteregéneo grupo de gente que estaba hospedada en el hostel. Ahí me enteré que había un partido de fútbol 5 a la vuelta del hostel y que ibamos a jugar casi todos ahí. Por sentir la experiencia de jugar en la altura, me uní al grupo de eximios mochileros pero para nada buenos futbolistas. Al final terminó siendo un fútbol 7 en una cancha de 5. En tono de broma dije que este iba a ser un partido de la paz, por las diversas nacionalidades de los que ibamos a jugar. Había dos noruegos, un mexicano, un flaco que me parece que era de Alemania, dos argentinos, tres italianos y dos bolivianos, si no me olvido de alguno. Comprobé que jugar en la altura es como tal lo comentan muchos jugadores, una experiencia terrible y demoledora, más si no estas en un buen estado físico y si de yapa en los descansos algunos se ponen a tomar....ron!. 5 minutos corriendo como loco bastaban para que el corazon se estremeciera y quedarse a jugar otros 5 minutos abajo, defendiendo y respirando frenéticamente. Después de un partido parejo, que no sé cual fue su resultado real, me pegué una ducha en el hostel y salí para donde estaban los dos noruegos, que me habían invitado a un bar que estaba a pocas cuadras de ahí. En la puerta del hostel me encontré con un amigo de los noruegos, de la misma nacionalidad, que vivía en la capital boliviana desde hacía 2 años por lo menos. En el camino me contaba que el hacía tatuajes para vivir y que no le iba nada mal. Le pregunté cuanto saldría hacerme uno de algún dios hindú, como Shiva o Ganesha, y me dijo que tatuajes de ese tipo eran los más caros, por las complejas combinaciones de colores y formas, muy claro al tener en cuenta que un dios hindú tiene como minimo 4 extremidades. Pasada esa conversación, llegamos al lugar de encuentro, un bar llamado Etnos, donde se encontraban los noruegos, un colombiano y una suiza, todos del hostel. Para experimentar bebidas nuevas, tomé un trago llamado Nicolaska, una suerte de mixtura entre el tequila y el vodka, muy fuerte para mí, además de qué no había comido nada. Pocos minutos después salimos hacia otro bar cercano llamado Luna o algo así. Tomamos unos rones mientras hablábamos de política, estilos de vida y viajes. Pero esa charla duró poco por qué salimos hacia una Disco o Boliche qué no me acuerdo como se llamaba. En ese lugar nos cobraron 5 bolivianos a cada uno, unos dos pesos con cincuenta argentinos, un lugar muy barato y con un muy buen ambiente de fiesta. A partir de ahí lo único que me acuerdo es qué dos horas después salimos a una peña boliviana que ya había terminado prácticamente, donde lo único que había eran viejos dormidos por los efectos del alcohol, menos minas que en un cumpleaños de puto y nada de música atrayente para mis oídos. En ese ambiente, añorando el otro lugar, caí redondo también. Nos tomamos un taxi cuando la cosa no daba para más (para mí no dió más desde el principio) y llegamos al hostel a las 06:00 am, notoriamente borracho pero serio.

Ese domingo me levanté sin ningún atisbo de resaca alguno, como si no hubiera salido la noche anterior. Nada digno de comentario pasó al mediodía, pero a la tarde con algunos de los chicos del hostel vimos el triunfo de la sub-20 en un bar cercano. Después de eso, charla y cerveza en el patio del hostel hasta la noche, cuando fuimos a comer unas hamburguesas entre varios. Temprano me acosté esa noche para poder levantarme tranquilo el lunes para poder ir a Tiwanaku, complejo de ruinas de una civilización qué fue la más importante de esta región del mundo desde el 400 antes de Cristo hasta el 1200 DC. Lugar misterioso por cierto, ya qué fue una gran ciudad que se ubicaba en uno de los ambientes más aridos del globo. Tiwanaku conquistó vastos territorios durante su existencia, que abarcaban casi todo Perú, norte de Chile, Bolivia casi en toda su totalidad y el norte de Argentina. Por causas que todavía se tratan de dilucidar, la civilización sucumbió en el 1200. siendo reemplazada por una cultura más famosa, la incaica. Sinceramente, pensé que las ruinas de Tiwanaku iban a ser más grandes de lo que yo había pensado durante mucho tiempo. Pero me fascinó la parte del museo, con cráneos deformados intencionalmente y una momia incluida.
Vuelto al hostel a la tarde, y después de haber mandado fotos, a la noche conocí a dos argentinos que volvían de un viaje de seis meses por casi toda Sudamérica. Estos se llamaban Daniel y Manuel, y la verdad me dieron bastantes datos como para hacer mi viaje por Perú mucho mas lúcido y más variado. Mientras comíamos un cuarto de pollo con arroz muy bueno en una esquina de la Avenida Sucre, me contaban miles de anécdotas de tamaño viaje. Lamentablemente, personajes como ellos estaban volviendo a Argentina, mientras yo recién estoy empezando. Si la Fortuna quiere reparar algo conmigo, que sea haciendome conocer gente como ellos como para hacer un muy buen viaje.

21.7.07

Nunca te vas a ir Negro, siempre vas a ser inmortal


Aquí no voy a hablar de las cosas que han acontecido durante mi viaje. Esto solamente es un pequeño homenaje a un grande de la literatura argentina, un gran humorista y un excelente dibujante. Que lo parió, diría Mendieta, al darse cuenta que tipos como Videla, Pinochet, Menem, y otros aberrantes personajes, viven o vivieron largos años zafando de ser enterrados en un pantano y qué un enorme y grandioso personaje de la cultura argentina sufra una desgastante enfermedad y muera a los 62 años. Si mi fanatismo por Boca no fuera tan grande, seguramente sería hincha de Rosario Central, tan solo por él. Lamentablemente no murió como Casale, aquél personaje de su cuento 19 de diciembre de 1971, que murió alegre después de que Central le ganase a Newells con aquel golazo de palomita de Aldo Pedro Poy, pero personas tan queridas como él no mueren, por qué la muerte física es una superficialidad, la verdadera muerte es el olvido o el desprecio. Por eso, en medio de tanta tristeza, le digo al gran Negro Fontanarrosa que sus cuentos me han dado una cuota de felicidad y sabiduría que ningún libro de filosofía o de religión le pueda dar a una persona que le gusta leer y al mismo tiempo disfrutar y reírse como un loco frente a un montón de gente que te mira como a un desquiciado, qué no comprenden como una persona se puede reír mientras está leyendo. Negro, tan solo tengo palabras de agradecimiento para con vos, por darme pequeñas pero sublimes cuotas de felicidad en un mundo sombrío. Grandes como vos nunca van a morir, sino que van a vivir en el corazón de gente que aprecia los cuentos que mezclan fútbol, sabiduría, alegría, y que conllevan a que uno deje de lado muchas cosas con tal de terminar de leer tus obras maestras. A modo de terminar este sencillo pero cargado de tristeza este homenaje, estoy seguro de que el mundo ha vivido equivocado, tal como el título de ese gran cuento, y qué se equivocó de nuevo al dejarte irte.
Tan sólo quisiera que estuvieras aquí.

18.7.07

Entrando a Bolivia ( Villazón y Potosí)






















Entrar a Bolivia es toda una experiencia, más teniendo en cuenta el cambio abrupto que se ve cuando se pasa de La Quiaca a Villazón, ciudad boliviana de la frontera. La quietud, el caracter gris de La Quiaca, desaparecen apenas uno cruza a Villazón, donde se ve una movilización de gente mucho mayor, más comercio, más color si uno lo quiere decir así. Este lunes que pasó fuí a comprar el boleto a la terminal de Villazón para poder ir a Potosí cuanto antes. Temprano crucé la frontera sin ninguna complicación por parte de los policias y gendarmes, tanto argentinos como bolivianos. Lamentablemente no conseguí pasaje para irme a la mañana o mediodía del día lunes, así que me tuve que conformar con salir a las 18:30 hora de Bolivia (19:30 en Argentina) y esperar varias horas en la frontera. Ya al mediodía mi impaciencia me empezó a decir que tenía que cruzar la frontera de nuevo, pero para sellar el pasaporte con el sello de salida de Argentina y el de entrada de Bolivia. Había una larga cola en la ventanilla de migraciones en la parte argentina, teniendo en cuenta que era una de las horas de mayor movimiento ahí. En esa hora que tuve que esperar para hacer sellar el pasaporte sí o sí, conocí a una pareja de salteños, Vero y Javier, que iban hacia La Paz por un tema de estudios del amigo Javier. Mientras tratabamos de ser pacientes para poder cruzar, estuve charlando con ellos, intercambiando datos sobre nuestros viajes y comentando nuestras vidas. Los acompañé a la terminal para que puedan sacar los pasajes, y el colectivo de ellos salía a la misma hora que el mío, así que no teníamos más remedio que esperar las mismas horas, y para hacer nuestra corta estadía en Villazón, decidimos empezar a compartirla con un almuerzo en restaurant que se ubicaba frente a la terminal. Pasamos las 4 horas y media que teníamos por delante paseando por la zona comercial, cargada de electrodomésticos a muy bajo precio, zapatillas y ropa baratas, que nos tentaban a consumir dejándonos llevar por los precios bajos. Las cosas de necesidad inmediata las compramos, sin caer demasiado en la tentación consumista. Entre mates y café las horas pasaron y llegó el momento de partir, aunque a diferentes partes. A ellos les esperaban 17 horas de viaje hasta La Paz, y a mi 12 horas hasta Potosí. Después de despedirnos, mi colectivo salió puntual y llegó mas temprano de lo que esperaba a Potosí. El problema era que no se había hecho de día, y por lo tanto tuve que esperar dos horas y media en la terminal potosina hasta que saliera el sol. A eso de las 7 horas de Bolivia, salí con mis mochilas hacia el centro de la ciudad, sufriendo con las calles empinadas, el peso de las mochilas, y los 3900 metros de altura que tiene Potosí, mientras contemplaba el Cerro Rico, aquél cerro famoso que contenía tanta plata como para hacer un puente que cruzara de América a Europa por el Atlántico, según dice la leyenda. Si revisamos un poco la historia, Potosí fue durante el siglo XVII la segunda ciudad más poblada del mundo, después de Londres, y una de las más ricas del globo, teniendo en cuenta que fue el centro minero más importante del mundo durante la etapa colonial y que la plata que contenía el Cerro Rico en sus cerros permitío el avance irrefrenable del capitalismo que recién estaba dejando de ser incipiente, gracias a la conquista de América. Dejando de lado esta información, les cuento que llegar al hostel San Pedro Velmont, donde estaba Amélie, fue una tortura. Las calles en subida y el hecho de que no tengan señalización alguna fueron importantes problemas, sin tener en cuenta el frío de la mañana. Amélie es una francesa que tenía como contacto en el MSN y que la había conocido por Hospitality Club. En estos últimos días habíamos estado en contacto por que ella tambíen estaba viajando por la misma región que yo pero ella iba algo más adelantada que yo. Por lo tanto, habíamos quedado en encontrarnos en algún lugar de Bolivia para compartir tramos o estadías en alguna ciudad boliviana. Esta ciudad sería Potosí, que se encontraba y se encuentra en conflicto, debido a que los mineros de las cooperativas que trabajan en el Cerro Rico para extraer metales como el Zinc se oponían contundentemente a las intenciones del Gobierno de Evo Morales de nacionalizar las minas de Bolivia. Por eso, tuve mucha suerte en llegar a Potosí temprano porque mas tarde los mineros estarían cortando los caminos que llegan a la ciudad.














Después de llegar al hostel donde estaba Amélie, salí urgente a buscar un café para poder despabilarme y tomar algo caliente, mientras esperaba que se hicieran las 10 para regresar al hostel, ya que Amélie estaba durmiendo cuando yo había ido por primera vez. Después de haberme tomado un buen desayuno americano a buen precio, volvía al hostel mientras veía los indicios del clima tenso que se vivía en Potosí cerca de la plaza central, por la misma razón que comenté antes. Después de encontrarme con Amélie y dejar las cosas en el hostel, salí con ella y dos flacos de España e Inglaterra a...tomar el desayuno. Para no quedar desajustado, pedí solamente un café. Una vez terminado el segundo desayuno para mí, salí con Amélie a recorrer la ciudad y a conversar bastante, ya que ella hablaba muy bien español, porque estuvo en Buenos Aires haciendo una pasantía por 3 meses, y realmente la francesa se había argentinizado bastante. Estuvimos en una Iglesia colonial viendo sus catacumbas, sus obras de arte religioso, y el altar de oro con el Jesucristo cruxificado más viejo de Bolivia. La guía nos decía que ese Cristo tenía pelo verdadero, que le crecía el mismo, así como su barba. Durante un tiempo ese Cristo había transpirado y de yapa había sangrado. Amélie se había quedado impresionado con sus ojos, y no para bien, ya que estaban tallados y pintados de una manera tal que parecían los ojos salidos de un gato después de haber sido pisado por un colectivo cargado de piqueteros. Nuestra intención al entrar a la Iglesia no había sido contemplar y discernir sobre la iconografía católica, sino sacar fotos desde el techo de la Iglesia, donde se podía tener una vista maravillosa de la ciudad de Potosí y de sus construcciones que datan de la época de la colonia. Después de la visita, nos fuimos a almorzar al mercado central, donde comimos bien y a buen precio una exquisita comida boliviana. Pasado el mediodía y luego de habernos ido cada uno por su lado a hacer lo que teníamos que hacer, nos encontramos a las 15 para visitar la Casa de la Moneda, un lugar que data de la Colonia, y desde donde se hicieron las monedas para el Imperio Español durante todo el tiempo de la colonia y después se hacían las monedas para la República Boliviana. Incluso en ese mismo lugar se hizo la primera moneda oficial de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en 1813, y que podemos ver una representación de ella en el centro dorado de la moneda de un peso de Argentina. También en ese lugar se hacían los lingotes de plata que después iban a ser aplastados en máquinas gigantescas de madera para fabricar laminas, y de ese modo hacer más dócil el metal argento. El recorrido por la Casa fue largo, y ya a lo último me aburrían las máquinas eléctricas que hacían monedas para Bolivia. Lo mejor del recorrido fueron los cuadros históricos y religiosos presuntamente pintados por los mismos esclavos en su tiempo libre. Quién diría que los esclavos en aquellos iban a tener ganas de pintar cuadros complejos después de una jornada de trabajo extenuante y violenta. También me gustó mucho la parte arqueológica del complejo, donde se veían en un muy buen estado de conservación momias indígenas y bebés muertos, hijos de españoles de hace 4 siglos, también en buen estado. Pero acabado el morbo, las máquinas ya empezaban a ser tediosas, pero el tour terminó y con Amélie fuimos a tomar un café, mientras discutíamos si se iba a solucionar el conflicto y se iban a levantar los bloqueos, por que ella quería irse a Sucre para después tomarse un avión para llegar al norte de Bolivia y visitar la salvaje selva que reina en esa región. Quedamos en juntarnos a cenar copiosamente, pero sin lugar a confirmar. Una vez salidos del hostel, nos pusimos a buscar restaurante, y llevados por la desesperación por no sufrir más el frío inclemente de la noche potosina, comimos en el mismo lugar donde tomamos los cafés a la mañana y a la tarde. Saboreamos la exquisita carne de llama mientras tomabámos la famosa cerveza potosina, que no nos gustó a los dos. Volvimos al hostel más o menos temprano. Ella tenía que levantarse muy temprano al otro día para probar suerte en cruzar el bloqueo con otras francesas que estaban hospedadas en el mismo hostel que yo, y yo tenía que ir a una excursión al Cerro Rico a las 9:00 hs, a conocer las minas de metales. Amélie y yo tenemos intención de encontrarnos de nuevo en La Paz, para luego seguir viaje hasta el Lago Titicaca, y ella de ahí se vuelve a Buenos Aires, para luego regresar a Francia en agosto.







Sí algo me impactó mucho no fue la cantidad de turistas extranjeros en general, en realidad eso no debería sorprender, sino la cantidad impresionante de franceses que recorren Potosí. Siguiendo la lógica, las demás personas que compartían conmigo el tour a las minas, eran franceses en su totalidad. Por lo tanto, la guía que explicaba cada cosa interesante, hablaba francés la mayor parte del tiempo y me explicaba luego a mí en español, pero yo ya había entendido casi todo, y no es de pretencioso, agarraba palabras clave y entendía la idea general, solamente me interesaba en los detalles más minuciosos de la explicación. Nos tuvimos que vestir todos como mineros, con el traje, el casco protector y su linterna para alumbrar los túneles oscuros de la mina. Me hice sacar una foto vestido de minero, no sé si la voy a mostrar porque salí como cualquier cosa menos como un minero esforzado de Potosí. Dá algo de culpa ver a pibes de 15 a 20 años trabajando 12 horas por día dentro de la mina, continuamente sacando escombros y volviendo a entrar de nuevo a la mina, y uno que se queja de qué a veces el trabajo propio no nos convence. Es sin duda una culpa burguesa, en este momento mi existencia se está orientando a la frivolidad y a la comodidad y cuando veo la realidad social de los pueblos del norte argentino y de los que estoy viendo aquí en Bolivia, tengo la sensación de qué a veces muchas cosas que tengo no las valoro como tales.

Las minas de Potosí se han llevado, se llevan y se llevarán la vida de mucha gente que trabajan en ellas. Durante el período colonial, los españoles usaron a los indígenas como mano de obra esclava o semi-esclava para extraer los gigantescos yacimientos de plata que existían en esa parte de la historia. Millones murieron a lo largo de ese período de la historia, se estiman que son 8.000.000, sin contar el atropello a sus creencias y costumbres por parte del clero católico y los abusos a los que eran sometidas sus mujeres por parte de los conquistadores. Como ya dije anteriormente, el avance del capitalismo del siglo XVI se debió en su mayoría a la plata que salía de Potosí. En el siglo XVII la producción argentífera cayó abruptamente y Potosí pasó a vivir de glorias pasadas, si es que así se pueden llamar. La historia de Potosí se podría resumir en una frase que muy pocos podrán discutirla: "Potosí es la ciudad que más ha dado al mundo y es la que menos tiene".

15.7.07

Amaicha del Valle, Ruinas de Quilmes y charla con borrachos de pueblo











Lamentablemente no estoy en el mejor momento animico que necesita uno para escribir, pero bueno, el futbol es futbol y siempre de alguna manera nos va a influir en nuestras vidas pero la vida sigue adelante, asi como viaje. Lo que preocupa es que la Selección Argentina se está convirtiendo en la nueva gallina de Sudamérica. Tres finales consecutivas perdidas con Brasil creo que lo dicen todo.

Bueno, siguiendo con lo mio, el jueves a la mañana salí de Tafí con ganas de intentar hacer dedo a la salida del mencionado pueblo. No habían pasado 4 minutos que ya me habían dado la oportunidad de viajar hasta Amaicha dos tucumanos de Monteros, que trabajaban para una empresa de electrodomésticos. Después de casi una hora de viaje, bajé en Amaicha, con el sol a pleno del mediodia. Después de hospedarme en un hostal barato pero bueno, recorrí el pueblo y sus alrededores, hasta que a la hora de la siesta el sol empezó a sacar toda su bravura y mi instinto me dijo que debía esconderme en mi cueva como las víboras, para no sufrir el calor terrible de esas horas en las que no anda nadie. Despues de la siesta obligada, seguí recorriendo la zona adelaña al pueblo, donde me encontré con el silencio, dueño y señor de las sierras cercanas. Pero Febo se oculta pronto tras las montañas y no estaba como para cruzar un par de kilometros a oscuras por los senderos, ya que Amaicha es un lugar con muy poca iluminación callejera. Después de eso, el día había terminado, ya que pretendía levantarme temprano al otro día para ir a las ruinas de Quilmes.

Una vez llegado al acceso a las ruinas, a pleno sol de mediodia, caminé los cinco kilometros que demandan llegar al parque. Medio deshidratado llegué a las ruinas, pero una vez saciada mi sed, como un niño, me dejé llevar por el cerro que custodia las espaldas de la antigua fortaleza y escalé casi hasta su cima, pasando por los diversos puestos que los Quilmes usaban para divisar si llegaban invasores. La vista desde esos puestos es tal que ellos podían ver un ejército enemigo a 25 kms de distancia de la fortaleza. Además, la fortaleza se mimetiza de tal manera que los ejércitos invasores no veían que ese lugar estaba habitado, y seguramente los Quilmes usaban esto para ataques sorpresas. A finales del siglo XV los incas conquistaron esa fortaleza, obligando a los Quilmes a pagar tributos y a venerar a sus dioses, pero también trajeron avances propios de la cultura inca, como el cultivo en terrazas y la metalurgia. Una vez desmantelado desde su centro el Tahuantinsuyo (Imperio Inca) por los españoles, estos últimos lucharon encarnizadamente con los Quilmes durante bastante tiempo, prácticamente todo el siglo XVI. Los Quilmes, indómitos, no aceptaron ni la cruz ni la espada del cruzado español. Una vez sometidos los nativos, estos fueron llevados caminando hasta Buenos Aires. De 4000 que eran al principio, llegaron 200, que fueron ubicados en un asentamiento al sur de Buenos Aires, donde hoy está Quilmes.
Bueno, terminado el circuito por la fortaleza y pasadas las terribles horas de la siesta, salí caminando hacia la ruta, para regresar a Amaicha. No había caminado demasiado cuando un flaco me ofrece llevarme hasta el acceso pero al final me terminaba dejando en Amaicha. El flaco, que se llamaba Miguel, trabajaba en Armenia, en el aeropuerto de Yerevan. Me contó de su vida en Armenia, y me dio buena data para la joda en Cusco, algo que siempre viene bien. Llegué muerto al hostal amaichense, con ganas de dormir una siesta para pasar la noche bien. Cuando llegó la hora de la cena, fuí al mismo lugar donde había cenado la noche anterior. Resulta que me encontré con los 4 borrachos de Amaicha, aunque no eran amaichenses de nacimiento, sino por adopción. Los cuatro se habían enamorado de Amaicha, no paraban de alabar la singularidad de su clima (360 dias de sol al año), y anécdotas varias de gente que se había quedado en el lugar. Les pregunté sobre como se llevaban con la gente original del lugar, y decian que bien pero hasta ahí nomás, ya que los nativos del lugar se sienten invadidos por los foráneos y estos últimos dicen que los nativos no quieren el progreso, sino todo lo contrario. Pero se nota en los "invitados" qué el progreso debe tener limites, ya que ven con cierta preocupación el crecimiento lento pero imparable del turismo en Amaicha. En un ejercicio de dialéctica hegeliana-marxista (jeje) la tranquilidad de Amaicha tiene dentro de sí el germen de su propia destrucción, si se multiplican los enamorados de Amaicha.
Bueno, esa charla con los borrachos me dejó una impresión mas local del lugar, al tomar contacto con gente que vive ahí desde hace tiempo y sigue hablando maravillas de su lugar día tras día. La dinámica propia del crecimiento turístico en la zona dirá hasta cuando Amaicha será un lugar especial y no otro destino más de viejos platudos.

11.7.07

El inicio de la travesía (Tafí del Valle)







Después de una estadía en la casa de un amigo (Facundo) en Lomas de Zamora, y de un viaje en tren de Retiro a Tucumán que tomó 24 horas exactas, llegué al Jardín de la República. Mi estancia en San Miguel duró tan solo pocas horas, ya qué salí en colectivo desde la terminal hacia Tafí del Valle, un lugar que ya había visitado el año pasado pero, sinceramente, me llegó al alma. Teniendo en cuenta la hora a la que había caído en Tafí, 16.30, no tenia mas remedio que salir en busqueda de hospedaje y descansar despues de tamaño viaje. Mire el partido Brasil vs Uruguay en el Hostel y me fui a dormir, con la idea de levantarme temprano para disfrutar el dia. Me levante a las 10.30, cuando mi plan era levantarme tipo 8.00. Por suerte pude salir mas o menos rapido, despues de un mate cocido con pan casero, para mi caminata de 15 kms de ida hacia El Mollar. El camino de Tafi a El Mollar es alucinante, la naturaleza grita estruendosamente, en un sentido figurado, claro, y el hacerlo solo permite a uno disfrutar del silencio imperante que es solo interrumpido por alguna rafaga de viento. Despues de haberme ido afuera del camino por algunos minutos, retome la senda correcta y llegue a El Mollar pasado el mediodia. Comi unas empanadas en un barcito y sali con la panza llena, deseoso de encaminarme hacia un nuevo lugar.
La soledad puede ser buena compañera si te lleva a un lugar fantástico. Eso fue lo que pensé cuando, por curiosidad, me lanzé por un camino de El Mollar y caí en un lugar solitario, soleado y surcado por un río que no parecía muy muerto, teniendo en cuenta que esta es la época seca del año en esta región. Descanse los pies, rogando que los incipientes callos no pasaran de pichones. Me toste algo bajo el sol, a pesar de que estaba algo fresco, los 2000 mts de altura hacen que el sol este mas cerca y pegue mas. Despues de media hora de un baño de naturaleza pura, sali rumbo hacia Tafi, para que la caida del sol no me sorprendiera en el camino. Una vez en el hostel, cai rendido en la cama y me dormi una pequeña siesta, interrumpida varias veces por los ladridos de un perro que jugaba con una niña.
Mañana temprano, apenas salga el Invictus, parto con destino a Amaicha del Valle, uno de los lugares mas soleados del mundo,y por ende, uno de los mas seco. Pero solo va a ser una parada ya que mi plan es ir a visitar las Ruinas de Quilmes, cercanas a Amaicha.
Bueno, el que les escribe esta hecho mierda por tercer dia consencutivo. Espero que la fiebre y dolores musculares producidos por la vacuna contra la fiebre amarilla no aparezcan. Lamentablemente en Tafi del Valle no hay ningun cyber donde se puedan bajar las fotos, vamos a ver que pasa en Amaicha. Hasta la proxima.